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Canadian Children's Dance Theatre (Toronto, Canadá. 2010)





1er día

12 de octubre de 2010



Denise Fujiwara es una mujer afable, y eso me gusta. No se respira protagonismo en ella, no nos crea un ambiente en el que uno debiera adorarla, ni a ella ni al Butoh.


Somos casi 30 personas y aunque pareciera un exceso no lo es en la práctica, pero debo resaltar que los comentarios finales se hacen cansados por la cantidad de gente.


Mi primer día fue un día difícil en el inicio; no había tenido contacto práctico con el quehacer teatral desde hace 7 años. Estaba nervioso pero no tenía más expectativa que la de reencontrar mi propio ritmo creativo en el contacto con el Butoh. Sé que es inherente a él (la creatividad, el encuentro con tu propio ser creativo) y no temía el no lograrlo.


Mis nervios son humanos, algo nuevo siempre es algo desconocido.


¿Y qué es lo primero que Denise nos ofrece? Ejercicios del Taiji Qigong. ¡Ejercicios que conozco desde hace casi 20 años!


El proceso del "calentamiento" es suave y claro, paso por paso: taijiqigong, posicionamiento de la cadera, control del centro, circulación, desplazamiento, contacto continuo con el compañero, fluidez de movimientos. Parecía que revivía el training de Grotowski, y en una primera sesión. Mi pie entonces avanzaba seguro, mi cadera era su centro, mi desplazamiento se entregaba al juego, el pasado y mi tradición estaban de mi parte.


-"We are not performers"-, decía Denise; -"don't try to show anything"-.

-"Don't do characters", nos repetía.


Mis maestros hablaban también... ¿Quiénes somos si no seres que ligan continuamente sus destinos?


El ejercicio principal fue una verdadera explosión en mi ser: trabajar con propiedades del elemento tierra; no era tratar de ser la tierra, no era qué te provoca la tierra, era ser la tierra.


Mi pasado se hacía presente, las técnicas asumidas se entrecuzaban y buscaban su propia definición. No había tiempo de pensar más allá en ese entrecuzamiento, el ejercicio estaba por empezar y las premisas eran claras: Primero palabras referentes al elemento tierra, después el movimiento, el serlo, ser estados de ese elemento; como si las palabras fueran Haikús que entran a nosotros y se transforman en nosotros (Denise nunca mencionó haikús, lo hago yo).


Mi imaginación se cruzaba, mi cuerpo podía moverse pero estaba demasiado atento a no hacer aquello que no debía de hacer; después de un rato de lucha, dejé correr el impulso (sí, recordé otra vez palabras de mi pasado). Un impulso que se volvía confuso y cambiante, un impulso que creaba imágenes y sensaciones, que movía mis pies y un impulso que provocaba dolores también.


En algún otro momento luché por evitar el llanto; temía que Denise creyera que buscaba la emoción y la proyección (lo que estaba prohibido), pero el llanto salió sin dolor, liberante. Imágenes de dureza y frialdad, primero un metal, frío y duro, entonces vino la delicadeza de la madera, y mi ser entró en el gusto por ser madera, primero en mi piel, después formar parte de ella; en otra, el miedo por la desintegración de la roca, de la arena suelta que se va con el viento; fuí un cuerpo con huesos que se desmoronaban, y lloré y soplé desesperado, y mis pies se disolvían, tiraban la arena y se deformaba mi todo. Hasta que tuve que dejar que el miedo saliera también.


Las indicaciones de Denise estaban en todo momento, durante el proceso de encuentro de los estados, durante el ser del elemento; debíamos no dejarnos ir a la par de la música (la música es muy poderosa y me ataba); debíamos no bailar no danzar; debíamos no crear escenas... ¿Qué era eso? Dejar correr sin hacer...


Cuando detuvo aquella explosión (que era la improvisación) el salón parecía un hervidero creativo. La sorpresa, era inmensa, el gusto era mayor. Denise parecía contenta, nosotros también.


El siguiente paso debía ser la repetición de dos de los estados del elemento que acabábamos de explorar. Habría que escogerlos.


¿Cómo habría de repetir eso?...


Volvimos al espacio y buscamos repetir esos dos estados; con sorpresa descubrí que no fue tan complicado; digamos que guardaba rezagos de lo hecho hace unos momentos, y mi memoria estaba fresca para retomar imágenes utilizadas y posturas que me habían llevado a esos estados; y ahora las repetía.


Después de un mucho más limitado tiempo, Denise detuvo el trabajo y nos propuso algo un tanto más complejo.


7 personas sobre la escena debían repetir 2 de sus estados del elemento experimentados en el ejercicio anterior, crear una separación entre ellos con una pausa, al terminar el primer estado ponerse de pie y mirar al público, y entonces comenzar el siguiente, al final de éste otro retomar esa posición mirando al público y salir. Entonces otro tomaría su lugar y continuaría trabajando con sus propios estados. Debíamos ser concientes del inicio y del final de cada estado que se repetía y aún del espacio escogido para realizarlo. Habría la creación de un espectáculo, ahí, en ese presente.


Aún cuando el conflicto y la contradicción era patente: volver a repetir lo aparantemente irrepetible (si dejamos correr, si era único, ¿cómo podia volver a ser verídico?), y a la vez ser conciente de la escena misma, nadie opuso objeción a las instrucciones.


Yo fui parte del grupo que inició el espectáculo improvisado.


No puedo hablar del exterior, de cómo se vió aquelló (nadie lo hizo, ni Denise), pero puedo hablar que no luché, que no estaba nervioso por ser visto o criticado, y aún más, que estaba dedicado a mi búsqueda. La experiencia teatral me daba pauta para saber cuando acabar y cambiar, eso no era complicado, pero la honestidad de re-encontarr aquél estado del elemento tierra que había escogido era el mayor reto. Dejé correr, busqué las posiciones, las imágenes, y fácil entré a la madera (ese era uno de los estados escogidos,) y después de la pausa volví a ser los huesos que se disolvían. Pero mis estados fluctuaban, no puedo asegurar que me sentía que era yo madera, lo fuí en momentos, pero también era yo en la madera, era la madera, y era la madera sintiéndome a mí. Los huesos que se disolvían eran los míos, pero también eran de otro, y la arena era yo, mis pies que se desintegraban con el viento y el movimiento mismo.


¿Debo decir que esa confusión no me era extraña? Me era como familiar, esa confusión era la que me movía, y yo la dejaba ir.


Dar el 100% nos había dicho Denise, y aunque aún no reconozco mi 100% en el Butoh, mi intención fue darlo, y lo disfruté enormemente.


Cuando terminé y salí del grupo de la escena me volví un espectador, un espectador en un estado especial, claro; pero lo que ví me sorprendió mucho más: Todos, absolutamente todos, y en un gran porcentaje, estaban dentro en su trabajo, todos tenían "un mundo", sus movimientos estaban llenos... ¡Y ese era el primer ejercicio en el curso de Butoh!


Yo estaba viendo un espectáculo hecho, con seres en movimiento haciendo algo incomprensible pero profundo y atrayente; una música hermosa de fondo (la selección de Denise era idónea, claro), y mi mente como espectador se perdía mientras mi cuerpo sentía, percibía, porque buscaba a cada uno de ellos, porque quería urgar en cada uno de sus estados. Quise volver a entrar a la escena, lo acepto, ¡el gusto era tanto¡ Ellos me invitaban a participar otra vez.


En esta sesión Butoh ha sido un reencuentro con mi ritmo creativo, pero posiblemente sea mucho más que eso.


Al final, Denise nos expuso su concepto de Butoh. Repetirlo con mi rala memoria simplemente sería un fiasco; lo debo para otro momento, cuando ese concepto lo pueda repetir con mi cuerpo mismo.


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