Entre la danza posmoderna y el performance. El próximo 29 de abril se celebra el Día Mundial de la Danza. Con este motivo presentamos unas reflexiones sobre las nuevas rutas que ha tomado este arte, cada vez más libre de antiguos convencionalismos. Leer articulo en El Comercio del Peru Nuevas “ideas y formas que se movían” empezaron a ser recurrentes dentro del trabajo de algunos coreógrafos (as), bailarines (as). Esta nueva forma de trabajar con el movimiento llevaría el nombre de “nouvelle danse” o danza nueva en los años sesenta. Estos trabajos fueron (y son) catalogados como danza conceptual o danza minimal, pero aún estaban considerados dentro de los parámetros de la danza. Después de esto, entre los ochenta y noventa, la danza ingresa a una etapa de “vale todo”, luchas en escena, malabarismo, bailarines que recitan poesía, cuentacuentos, etc., pero todavía dentro de los límites estructurados de la técnica coreográfica y dancística. Es a mediados de los noventa, cuando algunos coreógrafos (as), bailarines (as) insatisfechos con el trabajo convencional dancístico (ballet clásico, danza moderna, contemporánea y posmoderna) dan un paso más adelante alejándose definitivamente de todo tipo de danza occidental conocida e ingresan de lleno al arte en acción o no acción en muchos casos. Los críticos tradicionales de la danza los acusaron —y los acusan— violentamente, como “traidores del movimiento”, pues no poseían un género definido. En los últimos quince años, artistas como la española La Ribot y el francés Jerome Bel hacen honor a este título. El crossover Estas nuevas “ideas y formas que se movían” de los precursores del performance acercaron a los “traidores del movimiento”, como La Ribot y Jerome Bel, a artistas de otros campos, lo que generó un intercambio interdisciplinario. Hoy Marina Abramovic, Ron Athey, Franko B, Bobby Baker, Lucy Baldwyn, Michele Barrett, Romeo Castellucci, Brian Catling, Oron Catts, Julie Clarke, Ricardo Domínguez, Tim Etchells, Jean Fisher, Torced Entertainment, Goat Island, Guillermo Gómes-Pena, Matthew Goulish, Lin Hixson, Amelia Jones, Joe Kelleher, Yu Yeon Kim, Oleg Kulik, Alastair MacLennan, Hayley Newman, Peggy Phelan, La Pocha Nostra, William Pope.L, Andrew Quick, Alan Read, Henry M.Sayre y Stelarc, son solo algunos de los cientos de “varados” que, en su relación con las artes plásticas, el teatro, la danza, la tecnología, han llegado (unos antes, otros después), a orillas de una tierra desconocida llena de posibilidades y han creado una nueva forma de hacer arte, que tiene las siguientes características: a) crear un arte de shock, b) destruir la pretensión, c) Separar la tradición de la representación, d) Poner en primer plano la experimentación, e) captar diferentes posibilidades de dar significados, y f) activar la inclusión de la audiencia. Así, el arte convencional se quiebra como un enorme huevo de dinosaurio y da vida al “life art” o arte en acción (o no acción). De Isadora a La Ribot Desde aproximadamente tres décadas, filósofos y críticos del arte plástico y escénico han tratado de definirlo y ubicarlo en un tiempo y lugar histórico. Para la curadora e historiadora de arte Rose Lee Goldberg, el performance art tiene una vigencia de cien años, con personajes como el poeta futurista F.T. Marinetti, quien estaba obsesionado con las máquinas de la era moderna (autos de carrera, aviones, locomotoras, etc.). Si para Marinetti el nuevo arte debería ser tan explosivo como el sonido de estas máquinas, para Isadora Duncan, gestora de la danza libre, debería romper con una tradición secular que hacía de la mujer un ser sometido. Ella se negó a aprender danza clásica porque no aceptaba someterse a reglas estrictas. Liberar al ser humano mediante la danza implica también liberar la danza de todas sus trabas. En primer lugar, de la indumentaria que oculta el cuerpo y da una falsa apariencia de formas y líneas. Isadora se rebeló contra la costumbre de usar mallas y bailar vestida con túnicas ligeras y pies descalzos. Con ella la danza se convierte en objeto de culto. Dota a la expresión corporal de un cierto valor estético aceptado por toda la intelligentsia de su tiempo. Casi un siglo después La Ribot dirá que ya no existe la representación sino solo la presentación. Para ella no hay magia, solamente realidad. No hay sorpresas, solo percepciones que varían. No hay declaraciones, solamente ambigüedad. No hay más estabilidad, solo inestabilidad. No hay más teatralidad, solo plasticidad. El espacio, carente de jerarquías, le pertenece al espectador y a ella. Y ella no es lo más importante. Algunas veces lo son sus objetos, sus bolsas o casacas; otras veces los comentarios del público y el sonido de sus acciones. Todo y todos están tirados en el piso, en una superficie infinita, donde se mueven, silenciosamente, sin ninguna dirección precisa y sin ningún orden definido. La Ribot no trata de desarrollar un personaje. Es por esta razón que ella trabaja desnuda para descargar su cuerpo de todo drama. * Bailarina y codirectora de Danza Viva
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